jueves, 23 de noviembre de 2017

LOCOS POR LA CULTURA POP (1969)



En 1969, el mítico autor guipuzcoano Iván Zulueta se lanzó de lleno al mundo cinematográfico con su ópera prima “Un, Dos, Tres… Al Escondite Inglés”, tras los cortometrajes “Ágata” (1966) y el controvertido “Ida y Vuelta” (1968), una pieza que serviría como proyecto final de sus estudios y con la que suspendió, aunque le valió un puesto en la productora del popular director y guionista zaragozano José Luis Borau. Así es como termina abandonando la Escuela Oficial de Cinematografía y, sirviéndose de un pequeño coqueteo televisivo al dirigir el magazine “Último Grito”, dio por iniciada su etapa más psicodélica. Influido por los nuevos cines surgidos en Europa desde finales de los años 50, en especial por la nueva ola británica, el cineasta se entregó a la necesitada modernidad con un trabajo disparatado que seguía descaradamente los pasos del realizador Richard Lester, aquél que dedicó parte de su carrera a trasladar a unos jóvenes Beatles a la gran pantalla con las inolvidables “Qué Noche la de Aquel Día” (1964) o “¡Socorro!” (1965), entre divertidas travesuras como “El Knack… Y Cómo Conseguirlo” (1965).

Con muy escaso presupuesto y la colaboración desinteresada tanto de varios artistas y bandas musicales del momento, como Fórmula V, Ismael, Los Mitos, Los Pop Tops o Henry y los Seven; como de amigos del autor, el proyecto se puso en pie sin necesidad tan siquiera de un guion. Con la improvisación por bandera, el equipo de Zulueta tan sólo se reunió la noche anterior al rodaje para marcar ciertas pautas con las que trabajar a cargo del director y guionista madrileño Jaime Chávarri. Así, de una forma tan inesperada, cobró vida la historia de un grupo de jóvenes que intentarán boicotear a toda costa la canción “Mentira, Mentira”, seleccionada para representar a España en el festival internacional Mundocanal. Patty (Patty Shepard), Judy (Judy Stephen), Justa (Mercedes Juste), Rosco (José María Íñigo), Antonio (Antonio Drove), Carlos (Carlos Garrido) y Gasset (Ramón Pons) dedicarán sus esfuerzos a buscar al grupo que pretende entonar tal desfachatez sobre el escenario.

Un año después del triunfo de Massiel en Eurovisión, el argumento de “Un, Dos, Tres… Al Escondite Inglés” sirve de parodia para una película que, en su momento, era totalmente atípica en el país. Con inevitables errores tal vez por las prisas en su grabación, la inexperiencia del cineasta o los obligados cortes de la censura, lo cierto es que la cinta es el puro reflejo del momento que vivía el cine fuera de las garras del franquismo y todo gracias a las inquietudes artísticas de Zulueta, quien aprovechó su viaje a Nueva York para empaparse de la fulgurante cultura pop y psicodelia que dominaba la escena cultural de los sesenta. De ahí que Borau siempre alabara su amplio saber y excepcional talento para las artes, razón que le serviría para contar con él en esta primera producción. 

Narrativamente vacía, pero con gran valor simbólico, el largometraje se cubre de gloria a nivel visual gracias a sus grandes estridencias, colores chillones, tendencias experimentales y un montaje trepidante que, a modo de videoclip, suponen toda una perfecta radiografía de la juventud de la época a través de la mirada del director de fotografía zamorano Luis Cuadrado. El propio Zulueta fue el encargado de pintar los decorados, en donde toman protagonismo los vinilos y las figuras geométricas, elementos que juegan un papel fundamental a la hora de representar a varias generaciones. En sus precisos 90 minutos, no hay respiro, sino carreras, rebeldía, disputas, bailes, canciones, globos explosivos y viveza. 

Tras el metraje, se esconde el choque con la burocracia. A pesar de que en su inicio se proclama que la cinta es de Zulueta, en sus créditos finales firma Borau a la dirección. Durante el franquismo, los cineastas debían poseer el carnet del sindicato de directores para poder ejercer su oficio. Sin embargo, al no terminar sus estudios en la Escuela Oficial de Cinematografía ni haber escalado en la profesión como el resto de autores, Zulueta no pudo presentar legalmente su obra, pero, al menos, pudo ver la luz con el fuerte respaldo de Borau. Eso sí, tardaría un año en estrenarse, pero lo haría por todo lo alto, en el Festival de Cannes de 1970. Tras ello, el largometraje quedó relegado a los cines de arte y ensayo, siendo disfrutado por un público al que originariamente no iba destinado. Bien es sabido que este hecho se convirtió en una de las espinas del autor, que vio cómo su ópera prima no llegaba a la juventud y que, a pesar de haber logrado exhibirla, lo hacía como una película algo “pasada de moda”.

La experiencia de Zulueta con “Un, Dos, Tres… Al Escondite Inglés” le llevó a regresar nuevamente al cortometraje. Tendrían que pasar 9 años para que por fin llegara su producción más importante, “Arrebato”, que se alzó con dos premios en el Festival Fantasporto de Portugal en 1982. Un trabajo mucho más vanguardista, experimental y serio que pasaría a formar parte de la historia del cine español como una de las cintas emblemáticas de la movida madrileña, aunque permaneciera olvidada durante toda la década de los 90. Con ella, terminaría su viaje por el mundo cinematográfico, dejando atrás varios cortometrajes que fueron premiados a nivel internacional, pero que nunca lograron ser reconocidos en España.

Lo mejor: el valor simbólico que posee la película y el contexto en el que se llevó a cabo.

Lo peor: la gran cantidad de errores narrativos, que, en realidad, forman parte del encanto de un primer experimento cinematográfico.


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