Jon
Tae-Il se convirtió en todo un símbolo de la manera más inesperada. De la noche
a la mañana, su cruel y voluntaria muerte conmovió a la población hasta ser
recordado hoy en día como uno de los más importantes activistas de Corea del
Sur. A finales de la década de los 60, las condiciones laborales en el país eran sumamente precarias, con jornadas de trabajo que se extendían sin fin, empleados afinados en espacios prácticamente inhumanos, niños
explotados que abandonaban la escuela para poder ayudar a sus familias, etc. El
pueblo se movilizaba bajo la amenaza del gobierno dictatorial de Park Chun-Hee,
que sofocaba cada protesta de la peor manera posible. Con este panorama, surgió
un joven activista, que trabajaba como sastre, mientras veía cómo se
deterioraba la salud de sus compañeros en una pequeña habitación del mercado
Pyeonghwa de Dongdaemun, en Seúl. Este es el recuerdo que retrata el que fuera
quinto largometraje del cineasta surcoreano Park Kwang-Su, “A Single Spark”, un
drama que rinde homenaje a quien llevó un paso más allá la lucha por los derechos, hasta el
punto de cambiar por completo el panorama laboral de Corea del Sur.
Con
apenas 22 años, Jon Tae-Il (Hong Kyoung-In) trabaja cada día en la penumbra de
un pequeño cuarto sin ventilación. Esto provoca que algunos empleados comiencen
a mostrar síntomas de tuberculosis, mientras que otros tantos reciben
inyecciones de anfetaminas para rendir más horas en el trabajo sin recibir una
compensación a cambio. Forma parte de su vida laboral y, como tal, casi todos
lo aceptan de forma normalizada. Todos se han habituado a vivir bajo esas
condiciones, pero Jon Tae-Il no puede evitar sentir que debe hacer algo por
ellos. Es, por eso, que se moviliza junto a otros estudiantes para cambiar su
futuro, creando conciencia a su paso, pero la administración nunca le presta
atención, alegando que su actitud no ayuda a la evolución del país. Ante tanta
impotencia, su única salida es exponer el sufrimiento de todos ellos de la
manera más impactante posible, con su muerte.
El
director Park Kwang-Su presentó esta obra en el Festival de Berlín de 1996 con
una cuidadosa narración elaborada por el popular autor Lee Chang-Dong, siendo
el punto fuerte en el que se sustenta la cinta. Precisamente, su esmerada labor
no descansa en los poco más de 95 minutos de metraje, en los que su marca
autoral queda presente a través de silencios reveladores. El merecido biopic de
Jon Tae-Il, que transcurre pausadamente entre elipsis, termina desembocando en
un clímax francamente espeluznante, en donde la imagen se detiene ante el
dolor, dilatado hasta su máxima expresión. Pasado y presente se entrecruzan de
forma compleja, con grandes paralelismos que sirven para no sólo capturar un
cercano retrato del protagonista, sino también para revelar el recuerdo de
quien investiga sobre él, el escritor Kim, en este caso, encarnado por el actor
Moon Sung-Geun, el cual es perseguido por la justicia. La película viene a recordar que el fallecimiento
de Jon Tae-Il no detuvo las protestas, sino que siguieron teniendo muy presente su
alma cada vez que se alzaba la voz.
Hong
Kyoung-In apenas es conocido a nivel internacional, a pesar de haber formado
parte de películas que gozan de gran popularidad, como “Secretly Greatly”
(2013), de Jang Cheol-Soo; o “Apostle” (2014), de Kim Jin-Moo. Sin embargo, su
labor en “A Single Spark” resulta de lo más destacable, muy especialmente por
la magnífica expresividad a la que recurre en los instantes más decisivos. Por su parte, Moon Sung-Geun es mucho más familiar para el espectador
occidental que haya disfrutado en más de una ocasión del cine surcoreano. Su rostro traspasó las fronteras
desde su debut con “The Black Republic” (1990), en donde colaboraría por
primera vez con Park Kwang-Su. Tras ello, le seguirían éxitos tales como “The
Road to the Racetrack” (Jang Sun-Woo, 1991), “A Petal” (Jang Sun-Woo, 1996) u
“Oh! Soo-Jung” (Hong Sang-Soo, 2000), en su primera etapa, así como “Hwayi: A
Monster Boy” (Jang Joon-Hwan, 2013), “Un Monstruo en mi Puerta” (July Jung,
2014), “Niebla” (Shim Sung-Bo, 2014) o “En la Playa Sola de Noche” (Hong
Sang-Soo, 2017), entre los últimos tiempos. Pocas veces le encontramos en papeles
protagónicos y, aunque en “A Single Spark” se mantiene tras la presencia de Jon
Tae-Il, el valor de su personaje es superior de lo que a simple vista se
aprecia, puesto que representa a toda la población surcoreana, a todos aquéllos
que siguen luchando cada día y que rinden homenaje al activista.
El
ya fallecido director de fotografía You Yong-Kil lleva a cabo un trabajo con
cierto toque documental y experimental. La complejidad de entrecruzar dos
tramas entre dos épocas se difumina gracias al aspecto visual, en el que el
pasado se funde entre el blanco y negro sobreexpuesto y el presente transcurre
a todo color. La figura de Jon Tae-Il se apaga en un ambiente opresivo,
claustrofóbico y siniestro, entre retales y panfletos, entre enfermedades y
palabras ignoradas. Así es como “A Single Spark” se convierte en un sincero
homenaje, aunque no cause tanto impacto entre el público occidental como supuso
en su momento en Corea del Sur. Un recuerdo impregnado por la muerte de quien
marcaría un antes y un después en la historia del país.
Lo
mejor: la lectura que se extrae de la cinta con respecto a la lucha de los
derechos laborales.
Lo
peor: el extremo al que se tuvo que llegar para poder evolucionar en la vida
real.
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