jueves, 19 de enero de 2017

EL MECANISMO DEL CINE (1924)



No fueron muchos los artistas que se interesaron por las novedades tecnológicas en los principios del siglo XX. Pocos se atrevieron a crear imágenes en movimiento y, aún menos, trasladar el arte a la estética del cine. Precisamente, hablamos de la época de las vanguardias, cuando el futuro séptimo arte recibió las coqueterías de algunos artistas que no se consideraron, en ningún instante, cineastas. Esta curiosa familia veía el cine como parte de la modernidad, del encanto de una evolución que se prestaba a su servicio. La fascinación por un artilugio que les permitía hacer volar su imaginación y dar rienda suelta a su creatividad les llevó a admirar el cine desde su capa más externa.

“Ballet Mécanique” es un pequeño metraje realizado por Fernand Léger y Dudley Murphy, a quienes se les puede ver junto a la embriagadora estética que muestran Katherine Murphy y la maravillosa musa europea Alice Prin, popularmente conocida como Kiki de Montparnasse. El cortometraje es una de las piezas más importantes de la historia del cine, aunque todavía no se ha llegado a un acuerdo en cuanto a su catalogación. Sin embargo, de lo que no cabe duda es de que posee un planteamiento abstracto absolutamente radical para su época. Concebida para ser la antesala de una película de corte dadaísta que compartía título, en la que el inigualable artista modernista Man Ray también participaba, experimenta en su tratamiento de las formas, las cuales son transformadas, desplazadas.

Los rápidos planos prácticamente fugaces que rozan la violencia visual en determinados momentos y que hacen resaltar la propia plasticidad visual conectan a partir de transiciones de gran variedad rítmica que fluyen entre pausas y generan diferentes niveles de intensidad. La repetición a través de las figuras geométricas en contraste con la expresividad del ser humano va en aumento a lo largo del transcurso del metraje, de tal manera que los objetos y sujetos quedan despedazados al más puro estilo cubista. Esta hibridación también suma ciertos toques más característicos del futurismo y surrealismo, añadiendo un valor canónico a la obra. Esto se debe a la fijación por materializar la parte mecánica del cine, puesto que viene a evidenciar las diversas influencias de otros autores coetáneos y sus respectivas corrientes. 

No existe una ambientación, sino tan sólo la actividad de los objetos, tradicionalmente insignificantes, y su relación con la humanidad desde la obsesión de Léger. Con la llegada de la era digitalizada, por fin se tuvo la oportunidad de disfrutar de la música original, composición del músico norteamericano George Antheil, junto a las imágenes de “Ballet Mécanique”, el fascinante trabajo de Léger y Murphy. Una pieza indispensable para comprender la historia del cine, de la no narración, del arte prestado a la imagen en movimiento y de, mismamente, la clásica visión de la modernidad. Por supuesto, tras más de 90 años, se requiere un gran ejercicio mental por parte del espectador actual, que debe tener en cuenta el contexto y, por tanto, el valor que se desprende de este magnífico e inigualable metraje.


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