En 1989, el director, guionista, productor y fotógrafo estadounidense Bruce Weber recibía uno de los reconocimientos más importantes de su carrera: la nominación al Oscar a mejor documental por su segundo trabajo “Let’s Get Lost” (1988). Precisamente, esta obra le ha traído más de una sorpresa, como el premio de la crítica en el Festival de Venecia, propiciando que su nombre apareciera en los círculos cinematográficos más importantes. Quizá por eso se ha visto incentivado a seguir explorando las posibilidades que le ofrece el documental musical, retratando a destacadas figuras del jazz como el célebre trompetista y vocalista Chet Baker, experimentando su faceta como fotógrafo en “Chop Suey” (2001), además de otros proyectos como “Broken Noses” (1987) y su profundización en el mundo del boxeo, el homenaje a sus perros en “A Letter to True” (2004) o la curiosa vida del actor norteamericano Robert Mitchum en “Nice Girls Don't Stay for Breakfast” (2018). Pero si hay algo por lo que Webber es realmente popular es por los videoclips tanto del cantante californiano Chris Isaak como del dúo británico Pet Shop Boys que firma el cineasta.
Sin duda, el universo de la música es importante para el director, que, lejos de quedarse en el estilo habitual de los documentales que trabajan con este tipo de temas, trata de profundizar en retratos que evitan caer en la parte más sensacionalista de tan grandes figuras. Así es, precisamente, “Let’s Get Lost”, una producción que tardó más de dos décadas en llegar a España y que recorre las experiencias y pensamientos de Chet Baker, siendo el título del documental un claro homenaje a la estrella, puesto que toma prestado el nombre de una de sus célebres canciones que formaría parte de la película “Happy Go Lucky” (Curtis Bernhardt, 1943). El recorrido que traza el autor, desde la década de los 50 hasta los 80, recoge un gran número de testimonios de todos aquellos que rodearon al artista para construir un relato que parte de su salto a la fama y que profundiza en los problemas que le hicieron caer, como su adicción a la heroína o los conflictos surgidos en el seno familiar.