“Suspense” fue rompedor, en primer lugar, por el uso de la cámara, con dos nuevos planos más arriesgados como son el plano cenital y el picado. Asimismo, su narración resulta más enrevesada de lo que se ha podido observar en otras piezas propias de estos inicios, puesto que su desarrollo permite seguir tres acciones en un montaje paralelo que se estilizará pocos años después, tomando como ejemplo “El Nacimiento de una Nación” (D.W. Griffith, 1915). De hecho, uno de los instantes más llamativos para el espectador de la época es el uso del split screen, que divide la pantalla en diferentes segmentos y que permite seguir esas acciones paralelas. Igualmente, también podemos sumar un recurso narrativo que parte del experimento llevado a cabo por la escuela de Brighton. “Stop, Thief!” (James Williamson, 1901) ya presentó al público una persecución entre dos hombres, por lo que, partiendo de esta técnica narrativa, Weber y Smalley nos ofrecen una pequeña persecución de coches, un elemento que, con posterioridad, veremos multitud de veces en el cine. Esta experimentación con el lenguaje cinematográfico resulta, ante todo, meticulosa, puesto que no hay lugar a dudas de que Weber y Smalley planificaron su obra con gran precisión.
Resulta curioso que Weber fuese más reconocida por su labor de actriz que por ser una excelente cineasta y productora. Es cierto que, a partir de 1911, podemos verla en más de un centenar de piezas en las que interpretaba a una hija, madre, esposa o amiga y, excepcionalmente, a una rica heredera en “The Heiress” (1911) o a una maligna vampiresa en “The Spider and her Web” (1914), ambas codirigidas con Smalley. Weber alcanzaba el éxito independientemente de su rol en la narración hasta que, a partir de los años 20, su carrera no solo comenzó a descender en popularidad, sino que, además, pasó por los peores momentos en el ámbito personal. A su matrimonio fallido y a los problemas de salud, se unió la pérdida de su productora. Para finales de la década, apenas disfrutó de reconocimiento con sus últimas películas mudas, “Sensation Seekers” (1927) y “The Angel of Broadway” (1927), produciéndose un punto de inflexión en su trayectoria que duraría siete años. En 1934, vería la luz su último largometraje, “White Heat”, pero esto solo supuso la absoluta ruina para una mujer que terminó trabajando como guionista supervisora para Universal.
Sin embargo, independientemente de este triste final que
parecía casi inherente a un alto porcentaje de miembros de la industria de
Hollywood en su salto al cine sonoro, lo cierto es que “Suspense” se ha
convertido en una pieza indispensable en la historia del cine. Tal vez sea este
el reconocimiento más merecido para la amplia herencia que nos ha dejado Weber,
mujer arriesgada, creativa y y de grandes ambiciones, que supo aportar un nuevo lenguaje cinematográfico
a aquel nuevo arte que aparecía en Europa y Estados Unidos casi de forma
simultánea a finales del siglo XIX.
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