“Suspense” está considerado como uno de los metrajes más
importantes dentro de las etapas preclásicas del cine. Su valía reside especialmente en el
desarrollo de una narración y su trabajo técnico, casi como una proeza en esos
primeros instantes en los que el cine narrativo comenzaba a asentar sus bases
más primitivas. Pero, además, tras esta pieza se esconde una de las directoras más
relevantes de estos orígenes, la cineasta, guionista actriz y productora
estadounidense Lois Weber. Ya sabemos que la historia del cine no supo otorgar el sitio que les correspondía a otras mujeres como Alice Guy, pero a Weber, al
menos, no le consiguieron arrebatar la posición de poder que ostentaba en la
industria, llegando a firmar más de 140 piezas con las que terminaría convirtiéndose en la directora
mejor pagada de una major tan potente como Universal. Muchos nombres de gran
relevancia disfrutaron de un aprendizaje cinematográfico a su lado, entre
ellos, Phillips Smalley, un prolífico actor y cineasta cuya herencia asciende
nada menos que a 345 obras y que, además, se convirtió en el marido de Weber. Juntos se encargaron de moldear “Suspense”, una historia
dramática de apenas 10 minutos de duración que juega precisamente con recursos
propios de su título. Una madre (Lois Weber) abandona a su hija, a quien deja
una carta de despedida explicando el motivo que le ha llevado a marcharse. En
este doloroso contexto, aparece en el juego un vagabundo (Sam Kaufman), que
pasea alrededor de la casa con un aspecto poco amigable. La cuidadora (Lule
Warrenton) de la niña percibe el peligro que este hombre puede traer consigo,
por lo que decide llamar por teléfono al padre (Val Paul) de la pequeña,
mientras que el vagabundo, motivado por su desesperación, apremia sus
movimientos. Sin duda, una pieza adelantada a su tiempo si se entra a realizar
una comparación con otras obras de principios de década, pero, aún más importante, se trata de un
ejemplo perfecto del papel que Weber ha ejercido en la historia del séptimo
arte.