El
veterano guionista, actor, productor y director estadounidense Barry Levinson
siempre es recordado por su premiado largometraje “Rain Man” (1988), una de
sus mejores obras y la primera por la que recibió varios Oscars y Globos de Oro
gracias a su magnífica labor y, por supuesto, la actuación del inigualable
Dustin Hoffman. Aunque su debut en el cine con “Diner” (1982) no pasó
desapercibido, lo cierto es que tras “Rain Man” llegaron las cintas más
destacadas de su carrera, como “Bugsy” (1991), “Acoso” (1994), “Sleepers” (1996) o
“La Cortina de Humo” (1997), entre otras. Su filmografía también se engrosa con varios
cortometrajes, documentales, series y otras películas para la televisión norteamericana, conformando todo un recorrido más que amplio que comenzaría tímidamente en 1978.
Sin
embargo, la trayectoria de un cineasta suele ser una montaña rusa repleta de
sorpresas y desgracias, obras que quedan para la posteridad y otras tantas
menores que tienden a quedar en el olvido. Tal vez, éste sea el destino que depara a “Rock
The Kasbah”, una comedia musical que parte de falsas intenciones y demasiado esfuerzo para narrar la
historia de Richie Lanz (Bill Murray), un manager que siempre ha tenido un don
especial para localizar artistas con talento que acabarían despuntando en la
industria de la música. Precisamente, es en una de sus últimas búsquedas en las
que descubre a Ronnie (Zooey Deschanel), una voz diferente a la que consigue
convencer para viajar hasta Afganistán con el fin de llevar a cabo una serie de
conciertos. Poco convencida de su futuro por aquellas tierras lejanas, la joven
abandona a Richie no sin antes robarle todo el dinero e, incluso, el pasaporte.
Así es como empieza la gran aventura de este desdichado manager, que cuenta con
el apoyo de la encantadora Merci (Kate Hudson) o el constante acoso de Bombay
Brian (Bruce Willis), pero que, al menos, verá cómo su mala estrella cambia al
conocer a una prodigiosa joven afgana a la que tratará de presentar en la
versión local del mundialmente conocido programa de televisión “The American
Idol”.
Como se puede apreciar, los trabajos de Levinson siempre cuentan con un elenco de lo más reconocido, por lo que “Rock The Kasbah” no podía ser menos. Es apreciable ver al cineasta tratando de aprovechar en vano esa estela nostálgica que suele despertar Murray gracias a cintas que ya son de culto como “Los Cazafantasmas” (Ivan Reitman, 1984) y sus secuelas, “Los Fantasmas Atacan al Jefe” (Richard Donner, 1988) o “Atrapado en el Tiempo” (Harold Ramis, 1993), entre otras muchas que nos acompañaron en aquella época de videoclubs y grandes películas de sobremesa emitidas en televisión. En esta ocasión, el mítico actor mantiene su línea habitual, sus gestos cómicos tan característicos y ese toque irónico que respira su presencia. No obstante, pese a su loable esfuerzo, todo empeño por sacar adelante su labor cae en saco roto. Ni siquiera el hecho de que Bruce Willis y Kate Hudson, además de otros conocidos nombres como Zooey Deschanel o Danny McBride (Shia LaBeouf abandonó el proyecto de forma amistosa); le acompañen en sus conflictivas peripecias por tierras exóticas, consigue sacar a flote un largometraje destinado al fracaso desde sus primeros minutos.
Como se puede apreciar, los trabajos de Levinson siempre cuentan con un elenco de lo más reconocido, por lo que “Rock The Kasbah” no podía ser menos. Es apreciable ver al cineasta tratando de aprovechar en vano esa estela nostálgica que suele despertar Murray gracias a cintas que ya son de culto como “Los Cazafantasmas” (Ivan Reitman, 1984) y sus secuelas, “Los Fantasmas Atacan al Jefe” (Richard Donner, 1988) o “Atrapado en el Tiempo” (Harold Ramis, 1993), entre otras muchas que nos acompañaron en aquella época de videoclubs y grandes películas de sobremesa emitidas en televisión. En esta ocasión, el mítico actor mantiene su línea habitual, sus gestos cómicos tan característicos y ese toque irónico que respira su presencia. No obstante, pese a su loable esfuerzo, todo empeño por sacar adelante su labor cae en saco roto. Ni siquiera el hecho de que Bruce Willis y Kate Hudson, además de otros conocidos nombres como Zooey Deschanel o Danny McBride (Shia LaBeouf abandonó el proyecto de forma amistosa); le acompañen en sus conflictivas peripecias por tierras exóticas, consigue sacar a flote un largometraje destinado al fracaso desde sus primeros minutos.
Así
es, pese a los intentos por hacer despegar el guion de Mitch Glazer, la
narración cae por su propio peso en más de una ocasión durante los 100 minutos
de metraje que procuran una sensación más extensa de lo que en su momento
pareciera. Cuesta pensar que Glazer fracase de forma tan estrepitosa conociendo
su buen acierto en “Los Fantasmas Atacan al Jefe” (1988) o “Grandes Esperanzas”
(Alfonso Cuarón, 1998). Su previsible final digno de una película de un telefilm no viene sino a significarse en una cuestión que, a fecha de hoy,
debería estar más que obsoleta. Parece mentira que estemos ante un ejemplo más de la labor colonizadora de la
hegemonía estadounidense a través de la cultura mediática. Una idea que rezuma tras la sensación de una
especie de “favor” necesario y hasta encomiable por hacer razonar a los
ciudadanos autóctonos con respecto a los derechos de la mujer, cuando lo que, en realidad,
esconde son las posibilidades que ofrece el hecho de rendirse a los encantos
del talento y del dinero que se puede extraer de él. Y tras ello, no queda
nada, puesto que, una vez que se absorbe su esencia, su valor, ya se antoja casi
insignificante.
Con
un título que inevitablemente recuerda al inolvidable tema de The Clash, cabía esperar
ciertas dosis de locura hilarante aprovechando la presencia de una banda sonora
ecléctica entre Cat Stevens, Bob Dylan y Shakira. A ello se suma una destacable fotografía a
cargo del director norteamericano Sean Bobbitt, cuyo trabajo es especialmente reconocido
gracias a su colaboración con el cineasta británico Steve McQueen en “Hunger” (2008),
“Shame” (2011) y “12 Años de Esclavitud” (2013). En esta ocasión, a caballo
entre Los Ángeles y Marruecos, Bobbitt pone especial hincapié en explotar
aquellos tórridos paisajes casi infinitos entre un ligero halo de oscuridad
que, al menos, transmite cierta inquietud en territorio hostil.
“Rock
The Kasbah” juega sólo en la superficie sin tomar riesgo ninguno. Una comedia
musical más que añadir a la numerosa lista de este subgénero cinematográfico y
que, pese a todos los esfuerzos, tristemente naufraga con un guion del que casi se
podrían rescatar unas escasas escenas. De nada sirve contar con un actor de
culto ni un reparto sobradamente reconocido ni tan siquiera un trabajo técnico notable,
cuando una narración no comparte cierto encanto y un desarrollo que, ante todo,
no transmita esa horrible sensación en la que el tiempo parece dilatarse más allá de lo que, en realidad, dura el metraje.
Lo
mejor: la labor del equipo técnico es, cuanto menos, meritoria.
Lo
peor: una narración excesivamente floja que provoca una irremediable
desconexión.
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