Quién le iba a decir al mítico cineasta estadounidense Quentin Tarantino que su octavo largometraje escrito y dirigido por él, “Los Odiosos Ocho”, iba a dar tanto de qué hablar. Primero surgió la noticia de la filtración de su guion y, hace pocas semanas, descubríamos con estupor el golpe atestado a Hollywood por parte de unos hackers que consiguieron reunir un botín de una treintena de películas para poner a disposición de la red. La cinta supuso más quebraderos de cabeza de los que él esperaba, por lo que se vio obligado a abandonar el proyecto más de una vez. No obstante, pese a todos los contratiempos, “Los Odiosos Ocho” finalmente vio la luz en 2015 con una historia muy al gusto del realizador.
Dos cazarrecompensas, Marquis Warren (Samuel L. Jackson) y John “La Horca” Ruth (Kurt Rusell), y el nuevo sheriff, Chris Mannix (Walton Goggins), se encuentran en el camino dirección a Red Rock. Ruth lleva a una prisionera, Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), al pueblo para que sea ahorcada. Sin embargo, debido al mal temporal del invierno, deciden hacer una parada en la posada de Minnie’s Haberdashery. En el interior aguardan el general Sandy Smithers (Bruce Dern), el nuevo verdugo del pueblo, Oswaldo Mobray (Tim Roth), un mexicano a cargo de la cabaña, Bob (Demian Bichir), y un visitante que viene a ver a su madre, Joe Gage (Michael Madsen). Lo que aparentemente es un agradable encuentro entre caballeros, acaba convirtiéndose en un extraño juego de identidades y engaños en el que nadie es quien dice ser.
Al más puro estilo del juego de deducción que utilizaba la afamada escritora británica Ágatha Christie en sus fantásticas obras, la cinta rinde diversos homenajes al séptimo arte, como es común en los trabajos de Tarantino. Basada íntegramente en el clásico spaguetti western, uno de sus géneros favoritos, cuenta con la participación del mítico compositor italiano Ennio Morricone, que se hace indispensable cada vez que pensamos en este tipo de películas. En sus manos, una más que perfecta banda sonora que, obviamente, le llevó a conseguir, por fin, su primer Oscar. A su aportación se suman temas como “Apple Blossom”, de la banda The White Stripes, “There Won't Be Many Coming Home”, de Roy Orbison, o la canción “Jim Jones at Botany Bates”, que interpreta la propia actriz Jason Leigh en un momento clave de la trama.
La elegante historia, fragmentada en seis capítulos y presentada sin un orden cronológico, puesto que cuenta con un flashback en el que se explican ciertos detalles omitidos al principio de la película, desarrolla un buen ambiente de suspense para concluir bañado en violencia, tal y como recordamos en “Reservoir Dogs” (1992). 167 extensos minutos con algún que otro altibajo en el ritmo pausado de la narración y es que hay instantes que resultan totalmente innecesarios y sin interés alguno. Por supuesto, el autor vuelve a intervenir como personaje, siendo, esta vez, el narrador omnisciente que aparece de forma ocasional. Los punzantes diálogos repletos del humor tan propio del cineasta ya son un sello de la casa, los cuales, enclavados en cierto halo teatral, toman mayor esplendor en las escenas de intensa locura y sangre a raudales. Igualmente, queda implícita una sutil crítica social en la que se hace hincapié en varios momentos a través de mensajes racistas y xenófobos. A su vez, el evidente conflicto de secesión entre norte y sur que tuvo lugar en Estados Unidos propicia, aún más, que la venganza sea el motor principal de la trama.
El ambiente se enrarece poco a poco y es que, aunque la posada se muestre inicialmente como un lugar hogareño, con el transcurso del metraje, la atmósfera se vuelve más claustrofóbica. Ésto viene facilitado porque, a excepción de la inmensidad paisajística que Tarantino nos ofrece al principio gracias al fantástico escenario nevado del estado de Wyoming que tanto recuerda a “Fargo” (Joel Cohen, 1996), el espectador permanecerá encerrado en la cabaña durante los dos tercios restantes del largometraje como testigo de las conversaciones, acusaciones y disputas de los personajes. Un entorno que el autor transmite con tal desasosiego que es difícil no reparar en él.
“Los Odiosos Ocho” cuenta con un elenco actoral excepcional, en la que el director prefiere ir sobre seguro con habituales como Samuel L. Jackson a la cabeza del reparto. La pareja compuesta por Rusell y Jason Leigh protagoniza muchas de las mejores escenas, sobre todo, gracias al brillante trabajo realizado por la única mujer en la cabaña, por lo que no resulta nada extraño que haya conseguido una nominación a los Oscars como mejor actriz de reparto. La nota divertida viene de la mano del histriónico personaje de Goggins, mientras que resulta memorable la sorpresiva entrada en escena de Jody, interpretado por Channing Tatum, que introduce elementos dramáticos con la revelación de su identidad.
Rodada en formato Ultra Panavisión 70mm por capricho, cuenta con uno de los miembros indispensables del equipo de Tarantino, el director de fotografía Robert Richardson. Una labor indudablemente cuidada que aprovecha al máximo el escaso espacio del que se dispone y que no podía ser obviada por certámenes como los Oscars, puesto que la tercera y última nominación de la cinta recayó en este aspecto.
Posiblemente, éste sea uno de los trabajos más revisionables del autor, ya que viene cargado de multitud de detalles y matices que a simple vista no son fáciles de captar. Inteligente y divertida principalmente por su juego deductivo, partía de favorita para los Oscars y, en cambio, tuvo que conformarse con tan sólo tres nominaciones, de las que obtuvo sólo el premio a la mejor banda sonora gracias a la inigualable labor de Morricone. Bien pudiera ser la cinta “maldita” de Tarantino, pero, al menos, logró conquistar a la crítica y a un público que nunca puede sentir indiferencia, tanto si es detractor como seguidor, del especial genio de este curioso cineasta.
Lo mejor: pese a ciertos altibajos, su guion, unido al inigualable elenco actoral, son los dos puntos fuertes del largometraje.
Lo peor: su excesiva e innecesaria duración.
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