miércoles, 24 de junio de 2020

UNA CAÓTICA DIVERSIÓN (1908)


Todavía seguimos recordando y reivindicando la figura del cineasta español Segundo de Chomón para que la historia del cine le coloque en el lugar que se merece. Su aportación nos permite disfrutar a día de hoy de más de 200 piezas de la etapa preclásica del séptimo arte, una amplia filmografía construida por una gran variedad de metrajes tanto de ficción como primeros documentales. En este sentido, recordemos los fragmentos en los que retrataba ciudades como Barcelona, Gerona, Zaragoza o Madrid o documentos históricos de un valor incalculable como la boda del rey Alfonso XIII o una de sus recepciones en Barcelona. Sus inicios parisinos le permitieron conocer de primera mano el funcionamiento del cinematógrafo de los hermanos Auguste y Louis Lumiére y, desde ese momento, Segundo de Chomón dedicó toda su vida al mundo cinematográfico a través de las compañías Pathé Frères e Itala Films.

De entre todos sus trabajos, la producción francesa “El Hotel Eléctrico” adquirió una gran popularidad. Un éxito en su carrera que llegaría en 1908 y que le permitiría que su obra pudiera tener una mejor salida comercial. Sin embargo, en la historia del cine queda inscrito por ser la primera película en la que se utilizó el sistema de paso de manivela, de invención propia, tal y como quedó señalado en el propio metraje. Su narración, que cuenta con la colaboración de su esposa, la vedette Julienne Mathieu, parte de una visión casi futurista que ellos mismos protagonizan. Un matrimonio llega a un hotel en donde el servicio está automatizado. Tan solo trabaja un conserje, puesto que el resto de funciones parecen realizarse solas, como el desempaque de las maletas, el afeitado del hombre, el peinado de la mujer, etc. Sin embargo, esta modernidad termina pasando factura cuando el mecánico que se encarga de su buen funcionamiento llega borracho a la sala de maquinas y genera un terrible caos en la habitación de los huéspedes.

miércoles, 10 de junio de 2020

LA RAZÓN DE LA LOCURA (1943)


Es indudable que Rafael Gil fue uno de los directores, guionistas y productores más significativos del cine español del siglo XX. Poco más de cuatro décadas de trabajos que nos dejó en herencia, documentales durante la Guerra Civil para los republicanos, adaptaciones de grandes novelas y éxitos durante el régimen franquista. Sin ir más lejos, es imposible olvidar la comedia “El hombre que se quiso matar” (1942), el primer largometraje que le uniría a la productora valenciana CIFESA; o su remake años más tarde, en 1970, que terminaría protagonizando un desesperadamente divertido Tony Leblanc. También se han convetido en indispensables sus dramas, como “La Calle sin Sol” (1948), “La Gran Mentira” (1956), “La Reina del Chantecler” (1962), “Sangre en el Ruedo” (1968) o “La Duda” (1972), entre otros muchos títulos que engrosan su extensa filmografía. 

Asimismo, por su batuta han desfilado las figuras más reconocidas del cine español, desde los actores y actrices como Alfredo Landa, José Luis López Vázquez, Florinda Chico, Juan Luis Galiardo, Irene Gutiérrez Caba, Alberto Closas, Tony Isbert, Fernando Rey, Francisco Rabal o Arturo Fernández, entre otros muchos; hasta grandes grandes celebridades como Carmen Sevilla, Sara Montiel, Joselito, Pedro Carrasco o Manuel Benítez “El Cordobés”. Sin embargo, antes de llegar a formar parte de la vida de tantas personalidades, no puede pasar desapercibido su cuarto largometraje, “Eloísa está debajo de un almendro”, una comedia que supone la adaptación a la gran pantalla de la novela de título homónimo del escritor y dramaturgo español Enrique Jardiel Poncela. Precisamente, la obra se convertiría en su primer gran éxito, un reconocimiento que, incluso, llegaría con el premio a la mejor película por parte del Sindicato Nacional del Espectáculo en 1944.