jueves, 9 de febrero de 2017

LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD (2015)



Hay ciertas películas que se deben enfrentar sin conocer demasiado su historia, permitiendo disfrutar de cada sorpresa que nos depare el trayecto. Un tráiler mal elaborado, una crítica que presume de hablar más de la cuenta como si diera la exclusiva de la temporada o un allegado que no puede controlar su lengua viperina puede hacer que la experiencia no sea tan especial como en un principio pudo ser. Perder la oportunidad de “esa primera vez” ya es irrecuperable, un sentimiento acentuado si, para colmo, es algo que nos han arrebatado. Esto es lo que ocurre con el simpático drama “Salut d’Amour”, del director surcoreano Kang Je-Gyu, en el que es necesario partir de la mínima información para lograr descubrir el encanto de una narración mucho más cercana de lo que aparenta ser.

Supuestamente inofensiva, esta obra, que comparte título por su visión romántica con la pieza musical creada por el compositor Edward Elgar en 1888, esconde cuestiones de gran dramatismo social y actual tras una imagen entrañable y divertida. Kim Sung-Chil (Park Geun-Hyung) es un anciano de 70 años un tanto gruñón que trabaja de reponedor en un supermercado y vive solo en una gran casa. Su barrio aún conserva el tradicionalismo de décadas atrás con pequeñas tiendas y restaurantes entre vecinos de toda la vida, pero éstos desean adentrarse en la modernidad, por lo que esperan que Sung-Chil firme los papeles junto a ellos para comenzar la remodelación de la zona, de la que se espera que en un futuro haya grandes rascacielos y un aumento en las ganancias de los empresarios. Sin embargo, el anciano se niega en rotundo a ello. Un día, una mujer mayor, Im Geum-Nim (Yoon Yeo-Jeong), se instala en la casa de al lado junto a su hija Min-Jung (Han Ji-Min), una madre soltera. Los vecinos del barrio, capitaneados por el jefe de Sung-Chil, Jang Soo (Cho Jin-Woong), piensan que la llegada de la nueva vecina puede hacer que deje de ser tan obstinado.

Y de esta dulce y apacible forma, Kang Je-Gyu se adentra en el melodrama, género que tantos éxitos está cosechando a nivel internacional en su profunda revisión del nuevo cine coreano. El director, uno de los que más popularidad disfruta a nivel local y el principal impulsor de este nuevo cine a través del thriller “Shiri” (1999), ha dedicado parte de su carrera a la ficción bélica, con títulos tan afamados como “Lazos de Guerra” (2004) y “My Way” (2004). En esta ocasión, este drama con tintes cómicos recurre a la idea de las últimas oportunidades para, en su clímax, dar un giro inesperado y centrarse en cuestiones sociales de interés. No hay grandes pretensiones, tan sólo una humilde historia enfocada en un romance atípico a modo de ensoñación. Sin embargo, la verdad es mucho más desgarradora que el simple hecho de presenciar cómo es la vida de Sung-Chil y los cambios que se presentan en ella.

El nacimiento de este amor hace que el protagonista rejuvenezca e, incluso, aprenda a sonreír. Como un par de adolescentes en plena primavera, Sung-Chil y Geum-Nim acuden a clases de baile y disfrutan de una tarde en el parque de atracciones. Para él, se acaba esa rutinaria existencia para dar paso a un destino imprevisible, pero los años no perdonan y el anciano, a pesar de sentir una gran revitalización, posee un cuerpo que arrastra inevitablemente el paso del tiempo. Sin duda, es de las narraciones más sencillas del autor, pero, en cambio, posee un mensaje de lo más impactante. Una llamada de atención necesaria que deja un final agridulce al recurrir a uno de los temas estrella de la filmografía surcoreana, como es la familia. A pesar de no descubrir nada nuevo, sobre todo si pensamos en cintas como la del director estadounidense Nicholas Fackler y su obra independiente Lovely, Still” (2008), la originalidad de su desarrollo resulta de lo más atractiva, ya que Kang Je-Gyu consigue transmitir las mismas sensaciones del protagonista al descubrir este nuevo amor como si fuera la primera vez para, posteriormente, desubicarnos.

Nutrida de varias subtramas que amenizan la experiencia, “Salut d’Amour” se compone de un elenco de rostros conocidos. El popular actor Cho Jin-Woong cubre un doble papel entre la realidad y el inocente engaño. Claramente no es el mejor de sus trabajos si lo comparamos con cintas como “The Front Line” (Hun Jang, 2011), “Nameless Gangster” (Yun Jong-Bin, 2012), “Hwayi: Monster Boy” (Jang Joon-Hwan, 2013), “A Hard Day” (Kim Seong-Hun, 2014), “Kundo: Age of the Rampant” (Yun Jong-Bin, 2014), “Roaring Currents” (Kim Han-Nim, 2014), “Asesinos” (Choi Dong-Hoon, 2015) o “La Doncella” (Park Chan-Wook, 2016). Una filmografía que, como se aprecia, está repleta de títulos ampliamente reconocidos en los que se evidencia la gran labor de Cho Jin-Woong, a los que se suma, esta vez, una interpretación mucho más dramática. Por su parte, el veterano actor Park Geun-Hyung consigue captar todas las miradas con los constantes cambios que desarrolla su personaje, mientras que Yoon Yeo-Jeong prácticamente no necesita presentación. Su lado más amable contraste de forma llamativa con otros roles anteriores como los realizados bajo el mando del cineasta Im Sang-Soo, “The Housemaid” (2010) o en “Ahora Sí, Antes No” (2015), de quien es actriz indispensable al igual que de otros célebres cineastas como Hong Sang-Soo. Ambos actores, que dedican parte de su tiempo también a la ficción televisiva, cuenta con una gran popularidad y fuerza de atracción, lo que justifica parte del éxito en la taquilla local que ha obtenido “Salut d’Amour”. el cual ha posibilitado su compra en el mercado chino para realizar un futuro remake dirigido por el director Eric Tsang.

De entre el gran abanico de secundarios destaca Kim Jung-Tae, todo un actor de renombre que sorprende permanecer en segundo plano como un vecino más de Sung-Chil. Park Chan-Yeol, cantante del grupo de K-Pop, EXO; y la joven actriz Moon Ga-Young también forman parte de esta entrañable historia protagonizando una pequeña subtrama que, igualmente, aporta ciertos tintes de humor. El autor establece una irremediable comparativa entre los protagonistas y estos dos jóvenes, poniendo en contraposición lo que supone el primer y el último amor. El director de fotografía Lee Hyung-Duk matiza esta idea al potenciar una atmósfera que apela a la ensoñación y que trata de explotar una gran variedad de tonalidades bajo la fuerte exposición de la luz. Sin embargo, ésta se va apagando poco a poco, como quien despierta lentamente de su sueño. “Salut d’Amour” nos acerca a ciertas problemáticas de hoy en día, a la fuerte unión de una familia durante el padecimiento, al apoyo inexorable y pasional cuando es requerido. Una agradable sorpresa la de Kang Je-Gyu con esta nueva inserción en el género más tradicional de Corea del Sur.

Lo mejor: la labor realizada tanto por la encantadora pareja protagonista como su amplio elenco de secundarios. Es fácil sospechar cómo va a ser su final, pero su desarrollo resulta más que atractivo y sorpresivo.

Lo peor: como buen melodrama surcoreano de producción comercial, es inevitable mantener los kleenex cerca.

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