
La cinta está repleta de curiosidades que todo cinéfilo
disfrutará, desde las claves por las que se rige cada uno de sus largometrajes,
los trucos para adiestrar a sus espectadores e, incluso, las instalaciones
industriales y los decorados de sus producciones, con nombres bastante directos
como “Japón
malvado”, “Europa imperialista” y “Decadente Corea del Sur”. Nos
aproximamos a sus ciudadanos y comprobamos cómo son sus personalidades,
cercanos y de gran sentido del humor. Se presentan muy seguros de sí mismos y,
en ocasiones, con cierto aire de superioridad al creer que son una de las
potencias cinematográficas más importantes del mundo, pero, sobre todo, son aplastantemente
sinceros y es que, incluso, la propia Anna vive en sus carnes el rechazo como pésima
actriz al participar en el último trabajo del mismísimo Ri Ri Gwan Am, uno de los más
afamados realizadores nacionales al que el documental califica como el Oliver Stone
norcoreano, que no duda en expresar tajantemente cómo, la escena en la que ella
participa, va a ser sustituída.
Llama la atención la gran variedad de géneros que se pueden
encontrar, desde thrillers hasta
comedias románticas o de terror. Ellos mismos saben el poder que genera el cine
y es por eso que no se limitan a las historias bélicas para reforzar la idea
del heroico socialismo contra el malvado capitalismo occidental. Prefieren no
incluir sexo, puesto que se trata de educar y no de liberar el pensamiento, las
mujeres valientes que se defienden por sí mismas son siempre las protagonistas,
aunque respaldadas por el pueblo, su escenario es la misma naturaleza, los
finales son felices y, sobre todo, la música es una pieza clave, con
estribillos pegadizos que lanzan mensajes politizados para afianzar la
ideología del régimen.
Anna no sólo consiguió presentar con éxito su cortometraje “The
Gardener”, incluido al final de “Aim High In Creation!”, sino que
además tuvo material suficiente para crear un documental que recogiera su
vivencia. A veces sentimos estar ante una parodia de lo que nos muestra, con
algún que otro sketch en el que
intenta inculcar a su equipo las directrices que un día escribiera el dictador;
y es que visualmente trata de imitar mínimamente a esa imagen analógica que
todavía explotan en Corea del Norte y que aparentemente no pretenden cambiar.
Los efectos coloristas y arcaicos también quedan registrados en un metraje que
nos enseña un aspecto bastante desconocido de este país, su industria
cinematográfica. 7/10
Lo mejor: la cantidad de anécdotas que nos siguen
sorprendiendo de este impenetrable territorio.
Lo peor: vemos paralelamente la pantomima que hacen la
directora y su equipo para emular el trabajo propagandístico norcoreano. Al
principio, resulta fresco y divertido pero, con el transcurso de la narración,
vamos perdiendo el interés.
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