
La
historia se centra en Billy (Christina Hendriks), una madre que intenta evitar
que su casa sea embargada. Para ello, acude al banco, en donde el empleado Dave (Ben
Mendelsohn) le ofrece una alternativa: trabajar en un local fuera de lo común.
Mientras que ella se deja llevar por su desesperación, su hijo mayor, Bones (Iain
De Caestecker), que está enamorado de su vecina, Rat (Saoirse Ronan) y es perseguido
por el matón del pueblo, Bully (Matt Smith), descubre una leyenda bajo el río
que justifica el estado en el que se encuentra una apocalíptica Detroit
El
cartel y elenco actoral hacían llamativa la película, pero
tras las opiniones tan dispares que suscitó en la última edición del Festival
de Cannes, parece que auguraba lo peor para sus comienzos como director. Si a
ello le sumamos el hecho de que posee ciertos toques de cine experimental, se
genera una bomba extrema para un público que piensa que tiene mejores ofertas
que visionar. No obstante, y a pesar de ello, nunca está de más arriesgarse. Si
juntásemos la psicología de los personajes de David Lynch, la fotografía de
Gaspar Noé y las depuradas técnicas de Terrence Malick y Nicolas Winding Refn,
obtendríamos el mismo resultado que nos presenta Gosling. No encontramos la
propia personalidad del actor por ningún lado, sino una mezcla extraña que van
más allá de una simple inspiración y que dificulta ver al autor como tal.