jueves, 19 de noviembre de 2015

LA INMORTALIDAD DE UN ARTISTA (2002)

Nos adentramos en el siglo XIX, la última etapa de la dinastía Joseon, para conocer a Jang Seung-Eop, un pintor coreano conocido por el seudónimo Ohwon, que es toda una leyenda en la actualidad. Un revolucionario artista con el pincel que llegó a ser solicitado por el monarca y admirado por las clases más altas. Sin embargo, por su temperamento era difícil de tratar y sus vicios le impedían concentrarse, a pesar de que él mismo exigía sexo y alcohol para poder trabajar. Seung-Eop era un alma libre, inaudita e insustituible que no se doblegaba ante nadie fuese de la clase que fuese. Perfeccionista hasta rozar la locura, pero con una sensibilidad ante la belleza paisajística que no tiene parangón.

Corea vivía en plena crisis. La economía rural se derrumbó, dando paso a un periodo en el que los campesinos se veían explotados severamente. El catolicismo era perseguido por ser el principal enemigo del estado, de tradiciones, enseñanzas y costumbres confucionistas. Desorden, corrupción, levantamientos populares y constantes cambios en el gobierno, repartido entre las, cada vez más, facciones ideológicas. La península se encontraba herméticamente cerrada al exterior, de ahí que se le conociera como “país ermitaño”, pero pronto se acabaría con la firma de una serie de tratados con los que Japón aprovecharía para invadirles.

Una época tumultuosa que, una vez más, retrata el veterano director surcoreano Im Kwon-Taek, a sabiendas de su pasional interés por el mundo artístico y tradicional de su país, a través de su obra “Ebrio de Mujeres y Pintura”, con la que obtuvo la Palma de Oro al Mejor Director en el Festival de Cannes de 2002, premio que compartió junto al cineasta californiano Paul Thomas Anderson por “Embriagado de Amor” (2002). La cinta es un biopic que comienza a mediados del siglo XIX, cuando un jovencísimo Jang Seung-Eop, huérfano y mendigo, es salvado por el artista Kim Byung-Moon (Ahn Sung-Kee) de recibir una paliza por un vagabundo. Como agradecimiento, el niño le regala uno de sus dibujos a través del cual se aprecia el gran potencial que tiene.

Así es cómo el maestro se convierte en su mentor para que sea uno de los mejores pintores del país, otorgándole el seudónimo de Ohwon. Con el paso del tiempo, Seung-Eop (Choi Min-Sik) comienza a explorar el romance a través de la hermosa Mae-Hyang (Yoo Ho-Jung), hija de un acaudalado hombre que pertenecía a la clase gobernante, los yangban (nobleza), pero ella se verá obligada a huir con las persecuciones de los católicos. El artista decide marcharse y explotar su potencial por su cuenta, por lo que no tardará en sentir la necesidad de beber alcohol y mantener relaciones sexuales para poder sentir la creatividad. Su éxito le llevó a ser conocido más allá de las fronteras de su país, dando a conocer la pintura coreana al exterior a través de imágenes paisajísticas, flores, cuadros que retrataban la vida cotidiana o, incluso, escenas de parejas practicando sexo en diferentes posturas. 

Considerado uno de “Los tres Won” (Danwon, Hyewon y Ohwon) de la dinastía Joseon, es todo un héroe nacional que, a través de de Kwon-Taek, queda retratado bajo el dominio de la autodestrucción y las obsesiones personales. Un hombre que en Corea del Sur es inmortal por su impresionante talento y su revolucionaria visión. Por supuesto, y ante un personaje de tal magnitud, no podría haber sido interpretado por otra persona que no fuera el afamado actor Choi Min-Sik, una de las caras más reconocidas del cine coreano a nivel internacional con una filmografía básica para todo cinéfilo. Y es que, precisamente, esta colaboración con uno de los grandes realizadores del país haría despegar su carrera para, un año después, protagonizar la obra más importante de esta industria, “Old Boy” (Park Chan-Wook, 2003). Buscó su lado más psicótico con “Encontré al Diablo” (Kim Jee-Woon, 2010), disfrutó del universo mafioso y corrupto de “Nameless Gangster” (Yun Jong-Bin, 2012) y de “New World” (Park Hoon-Jung, 2013) y hasta el director francés Luc Besson contó con su presencia en “Lucy” (2014). A día de hoy, Min-Sik supone una de las principales atracciones de la película con una actuación majestuosa e impactante como sólo él podía lograr. El personaje de Seung-Eop supone una dura labor interpretativa que brinda un sinfín de registros y una extenuante comprensión por parte del actor. Por su parte, el resto de actores secundarios desaparecen sin causar mayor efecto en el espectador y es que el pintor no deja de ser el centro de atención de toda la trama.

Partiendo de la idea del escritor Min Byung-Sam, Kwon-Taek se encarga de realizar una cuidadosa y delicada narración junto al guionista Kim Yong-Ok. Pese a llegar prácticamente a las dos horas de metraje, la cinta no pierde atractivo ni interés en ningún instante, combinando drama e historia, pero sin llegar a ese perfeccionismo por el que vive el propio protagonista. El autor consigue sacar partido a cada segundo, por lo que recorremos la vida del artista poniendo especial atención a su valía, intuición y popularidad. Así es cómo seguimos sus pasos entre las opiniones de los maestros, los encargos y exigencias de sus compradores, la admiración de sus seguidores, el cariño de sus mujeres y el entrañable afecto de Kim Byung-Moon

Mientras tanto, asistimos a los cambios sociales que se producen en el país, las disputas entre la nobleza conservadora y la progresista, las persecuciones religiosas e, incluso, los primeros tiempos de ocupación china y japonesa, que apagaron parte de su éxito, pero nunca su popularidad. De hecho, la trama comienza con la llegada de un diplomático nipón que le solicita una convencional copia de uno de sus cuadros y que, obviamente, Seung-Eop no recibe de buen agrado. A partir de ese momento, nos zambullimos en diversos flashbacks para tomar conciencia de la respuesta, de la fuerte personalidad y de la tormentosa vida que ha llevado el artista. 

No podía faltar en el equipo el director de fotografía Jung Il-Sung, que logra bordar un preciosismo absoluto y sublime gracias a los fantásticos paisajes naturales que posee Corea del Sur a la par que saca partido a los costosos decorados para reconstruir la ciudad de Seúl de hace varios siglos. No obstante, y pese a apreciarse el trabajado vestuario del que se hace gala, los efectos de envejecimiento en los personajes dejan que desear hasta el punto de rozar el toque amateur y casi de disfraz. En cuanto al compositor Kim Young-Dong, aporta melodías tradicionales que otorgan ese halo poético en conjunto con la delicadeza narrativa y la preciosidad paisajística.

La esencia de “Ebrio de Mujeres y Pinturas” supera todo tipo de ínfimos errores. Kwon-Taek se encarga de que su espectador comprenda el espíritu que hay tras el arte de la pintura, la armonía de los colores, de los delicados trazos, de la belleza que radica en la libertad de su personaje y de los obstáculos que han enriquecido ese talento. 

Lo mejor: la sobresaliente labor fotográfica. La inigualable interpretación de Choi Min-Sik y la profundidad con la que es retratado su personaje.

Lo peor: ciertos efectos de maquillaje que ensucian la imagen. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario